El mundo asiste en la actualidad a una crisis adicional, ya no solo padecemos los rigores del cambio climático y los efectos socioeconómicos generados por las recurrentes crisis del sistema capitalista, sino que padecemos los efectos de una pandemia que al día de hoy cobra la vida de más de 3 millones de personas a nivel global. Sólo en Colombia la enfermedad COVID-19 ha provocado más de 69 mil muertes. Sin embargo, la escalada de la muerte en Colombia no es únicamente provocada por un virus como el SARS-Cov-2, a éste se suman otras dolencias que parecen virus en constante mutación en nuestra historia como son la violencia y la desigualdad.
En Colombia no cesan los asesinatos de líderes sociales, defensores de Derechos Humanos y firmantes del Acuerdo de Paz. Durante toda la vigencia de la pandemia del COVID-19, según registros de INDEPAZ, aproximadamente 400 personas habrían sido asesinadas. A estos asesinatos selectivos se suman las recurrentes masacres y ejecuciones extrajudiciales que parecen configurar un nuevo ciclo de mutación de la violencia en Colombia.
Ante este escenario hostil en diferentes frentes, la respuesta de las instituciones estatales debería ser la de apostar por un futuro diferente de aquel que nos ofrece el tiempo heredado, máxime cuando estos eventos parecen coincidir en un punto de inflexión histórica que va a determinar una senda social y económica de grandes repercusiones. En particular, conviene señalar el círculo vicioso ampliado que generan las graves consecuencias económicas y sociales de la crisis sanitaria actual en un ambiente marcado por la desigualdad y la exclusión.
En este ciclo trágico, las políticas actuales, guiadas por los intereses del sector financiero internacional, de los grandes tenedores de riqueza, de gremios y de la banca multilateral, que tienen correspondencia en las decisiones gubernamentales, resultan apáticas y crueles ante la magnitud de la tragedia. Como ejemplo de esta apatía e indolencia ante la tragedia de las diferentes poblaciones, la propuesta gubernamental incluye una reforma tributaria que ahonda en la regresividad, la desigualdad y la austeridad.