Ese proceso avanza en su modelo de evaluación…
Para develar el norte de las transformaciones que se aplican al sistema educativo colombiano a través del SENA, conviene recordar varios hechos claves: imposición de competencias laborales, paulatina desnaturalización de la formación profesional, desmonte de la fuente segura de financiación del SENA (parafiscales), deliberado abandono de la pedagogía y didáctica propia de la FPI, imposición de metas de formación de tecnólogos de las IES, apresurado proceso de virtualización de la formación, entrega de la ejecución de la formación a negociantes de plataformas informáticas, mantenimiento de voluminosa planta de contratistas en condiciones de sobreexplotación, fecundación in vitro, en la estructura organizacional del embrion de los nuevos negocios educativos (normalización, certificación de competencias y ahora la naciente evaluación de competencias), con sus respectivas áreas funcionales, Sistema Nacional de Formación para el Trabajo, Sistema Nacional de Cualificaciones.
Todo lo anterior con el propósito de adoptar la cartilla del Banco Muncial a través de la OCDE, quienes desde la década de los 90 vienen impulsando lo que denominaron “Oportunidades de inversión en la enseñanza privada de los países en vías de desarrollo”, razón por la que ya no es raro que tanto el BM como la OCDE se hayan convertido en los modernos gurús de la educación y la pedagogía, valiéndose de estrategias como la Sociedad del Conocimiento o el Aprendizaje a lo largo de la vida, alrededor de las cuales cimentan todas sus narrativas de supuestos desarrollos y modernidad y prácticas eficientistas. Tal y como la Comisión Europea lo hizo saber en su libro blanco sobre educación y formación “Enseñar y Aprender, hacia la sociedad cognitiva”, instaron a lograr mayores progresos en la integración económica con inversión en el saber y competencia, fórmula encontrada para superar sus déficitarias economías (poder acceder a los cuantiosos recursos públicos asignados a la educación en los países en vías de desarrollo). Es allí en esa lógica mercantil de la educación donde se sitúan las atropelladas transformaciones del SENA.
Revisemos un poco las implicaciones que se derivarán del “modelo de evaluación” que a rajatabla se intenta imponer: La evaluación en formación profesional integral, es un proceso intrínseco a la enseñanza, no puede estar desligado de él. Un “modelo” de evaluación como accesorio externo y que puede ser estándar e intercambiable, no es más que la comprobación de que lo que se pretende es desestimular el proceso enseñanza y constituir la evaluación como el eje central de la institución, y de esa manera, darle paso al ingreso de todos los negociantes educativos con sus artificiosos avances tecnológicos y metodológicos, que, sin lugar a dudas, buscan volvernos funcionales a su dios mercado.
Este modelo de evaluación que busca instalar esta administración convertirá la formación profesional en un escueto sistema de evaluación comparable en todos sus aspectos, a lo que actualmente realiza en la cuestionable evaluación de competencias laborales.
El instructor sigue, como en los documentos de retos y oportunidades definiéndose como orientador, no como formador, porque orientador puede ser cualquiera que reciba la cartilla con las instrucciones y una base de preguntas frecuentes para aplicar.
Y como todo lo que ha caracterizado este gobierno, se acude al engaño para fabricar inexistentes rigor, debate y criterio técnico, realizando mesas de trabajo con subdirectores y coordinadores académicos para con sus “percepciones personales”, hacerlas pasar como el consenso y validación del montaje en cuestión. ¿Como no se va a validar cualquier cosa si los llamados a hacerlo desconocen sobre lo que están hablando? Porque sin ambages podemos indicar que no son ni los subdirectores ni los coordinadores académicos, que solo están inmersos en ejercicios administrativos, muy lejos de la formación y de lo que se desarrolla en el intercambio enseñanza-aprendizaje-evaluación, los que pueden aportar y asesorar cualquier desarrollo que involucre el proceso enseñanza
De las presentaciones oficiales sobre el mencionado modelo, puede notarse una perversa intención de desprestigio de los instructores, cuando sin referencia de fuentes, periodos, ni contexto, se registra en grandes letras que 115 instructores de planta y 379 de contrato, figuran sin programación y en idénticas circunstancias afirman la existencia de más de un millón de horas no programadas.
Frente a esto preguntamos: ¿cuál es la relación entre instructores y horas no programadas con la evaluación de los aprendices?, o se trata veladamente de responsabilizar a los instructores de su no programación, o es una componenda del mecanismo para generar odios utilizando cifras acomodadas, o con noticias falsas buscar el respaldo y aprobación del engendro creado.
El recuento histórico que utilizan denota el enorme desconocimiento de la institución y de la gestión pública, equiparan documentos teóricos con documentos normativos y hasta con documentos inéditos, de los cuales sin rigor alguno extraen apartes o palabras que les son convenientes y/o lo tergiversan a su propósito.
Examinemos algunas sustanciales diferencias: El Estatuto de la Formación profesional, documento normativo del SENA definió la evaluación como: “Se establece a partir de la comparación que de manera continua y conjunta, realizan alumno y docente, según los objetivos establecidos y los avances logrados, con el objeto de realizar los ajustes necesarios”, pero los sumisos de la cartilla neoliberal en su definición desconocen el intercambio, la enseñanza y el reconocimiento del otro.
Para éstos, Evaluación Pedagógica: Es la medición del trabajo realizado por el instructor – tutor con sus aprendices, este se evalúa a través de encuestas que hacen parte de la medición de la satisfacción y del proceso de mejora continua.
Instructor- tutor: Sujeto que participa en el proceso de enseñanza-aprendizaje, quien asume el rol de facilitador del aprendizaje, orientador y apoyo, quien retroalimenta y evalúa al aprendiz durante su proceso formativo, haciendo uso de distintas técnicas didácticas activas bajo la estrategia de aprendizaje por proyectos, la cual le permite contribuir en su propio aprendizaje
Tomado de: Revisión del modelo de evaluación de aprendices en la ejecución- SENA
Solo en la perspectiva de la ignorancia, la ausencia de identidad nacional e institucional se puede entender que luego de que en 63 años, el SENA haya sido el baluarte y ejemplo de muchos países en mantener y ejecutar la formación profesional integral como un derecho público de los trabajadores colombianos, ahora nos propongan copiar y adoptar modelos e instrumentos de otros países, de los que no tenemos nada que envidiar, pero que si sucumbieron a la doctrina mercantil del sistema económico que vio en la educación, la forma de lucrarse a manos llenas y bajo el eufemismo de mayor flexibilidad, competitividad, eficiencia, desarrollo y otros tantos sinónimos en la práctica, reducen y desnaturalizan las condiciones de la formación profesional y de la educación en general, persiguen en la institución desaparecer al instructor como el eje de la ejecución y el formador ocupacional, porque las personas sin real formación y desinformada o con información “acomodada”, son un potencial manipulable para los distintos mercados: laboral, económico y el político.
Llamamos a los instructores y formadores de docentes a no ser partícipes de este vergonzoso engendro. La sociedad colombiana, nuestros hijos, nietos y las próximas generaciones requieren que defendamos el derecho a una formación profesional integral de calidad y la institución en la que se materializa ese derecho, tenemos el deber de salvaguardar esa herencia que recibimos de la generación que nos antecedió y legarla a las próximas.
EQUIPO PEDAGÓGICO JUNTA NACIONAL – SINDESENA
Bogotá, 27 de octubre de 2021