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LA APLAZADA “MORALIZACIÓN DEL SENA”

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Por: Wilson Arias

No es una casualidad que «La moralización de la entidad» haya sido el primer criterio esgrimido por el Comité Prodefensa del SENA – Valle, en el año 1993, para sustentar la Iniciativa Legislativa Popular que dio lugar a la Ley 119 de 1994.

En «El Sena que queremos», uno de los documentos presentados por los trabajadores, se pueden advertir ecos de la proclama gaitanista por «la restauración moral de la República”. 45 años después del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, funcionarios del SENA retoman su diatriba contra la descomposición de las clases dirigentes para hacer una conmovedora exposición sobre la situación de la entidad, que concluye con una divisa terminante: “No estamos dispuestos a salvar la entidad para la rapiña clientelista”, se lee en la página 13 de su escrito.

Del SENA original, a la selva clientelar

Como en el Macondo primordial de García Márquez, el SENA creció de la mano de un patriarca simultáneamente autoritario y cuidadoso de la institución. Aunque se le critique haber entregado al Partido Conservador buena parte de los cargos directivos de la entidad, debe reconocerse a don Rodolfo Martínez una presencia que impedía desbordar ese clientelismo heredado de la colonia, alimentado a sangre durante «La violencia» y rediseñado por el Frente Nacional, que también nacía en 1957.

Pero el éxito de Martínez tuvo que ver ante todo con el ambiente en que se desarrollaba la Formación Profesional: la industrialización en ascenso, propiciada por la sustitución de importaciones, demandaba con fuerza trabajadores calificados que el establecimiento público surtía, de modo que el papel del SENA se hizo exigente y el vínculo empresariado – SENA se consolidó estrecho y altamente técnico. Décadas después, en franco proceso de desindustrialización y desnacionalización de la economía, aquella relación se relaja al punto que los empresarios también serían tachados incluso en documentos de la OIT, de practicar clientelismo gremial en el SENA con los recursos de “desarrollo tecnológico” (ahora hacen lo propio con los de“formación continua”). Hoy los dirigentes de los gremios son con frecuencia maestros de la intriga y el favoritismo, mientras sus delegados a los Consejos Nacional y Regionales del SENA guardan invariable y sospechoso silencio frente a cada denuncia.

La institución fue perdiendo su régimen especial, que incluía disposiciones y procedimientos de carrera administrativa mucho más transparentes que los generales de la época. La presencia sindical en los procesos de selección y en unas instancias internas más decisorias que las de hoy, garantizaba la oposición de méritos en los concursos y la promoción interna. Era más frecuente ver a trabajadores con amplia trayectoria en la institución, llegar a cargos directivos importantes o de alta asesoría.

El proceso fue degradándose en la medida en que se desmontaba el régimen especial y la carrera administrativa quedaba en terrenos minados. En la pérdida de esa normativa SENA rentaron unos directorios políticos premodernos, iguales o peores a los que denunciaba Jorge Eliecer Gaitán. Ya por la década de los 80 la institución era objeto de la rapiña politiquera, por los días en que el Presidente Turbay Ayala clamaba por llevar la corrupción “a sus justas proporciones”.

De modo que cuando uno de sus sucesores, César Gaviria, privatizó al SENA, el Comité Prodefensa reaccionó con éxito presentando una Iniciativa Legislativa Popular y en su promoción se cuidó de hacer una propuesta muy seria –basada en la reivindicación de la autonomía del SENA en los órdenes presupuestal, administrativo y doctrinal– y elevaba un preciso “memorial de agravios” contra el clientelismo. Todo con el activo acompañamiento de SINDESENA y SINTRASENA.

En su sentida exposición, “El Sena que queremos” hace duras denuncias y desnuda en su página 14 el principal instrumento del clientelismo politiquero: “la ubicación en los más importantes cargos a los agentes de la clase política y el aprovechamiento de la planta de personal flotante”, entendiendo por tal no sólo la planta de contratistas sino también la de asesores, por ejemplo.

Con ese diagnóstico en la mano, el Comité Prodefensa abanderaba la autonomía para combatir la injerencia empresarial / gubernamental en la imposición de directivos, reivindicaba el tripartismo y reclamaba una fuerte carrera administrativa y la obligación de designar mediante concurso de oposición de méritos, “a la totalidad de funcionarios directivos, excepción hecha de los Directores Regionales quienes han de ser nombrados por el Director General, de ternas presentadas por los Consejos Directivos Regionales”. “El Director General, a su tiempo, debe ser nombrado por el Presidente de la República de terna presentada por el Consejo Directivo Nacional del SENA…”. También reclamó que el nombramiento del jefe de Control Interno radicara en el Consejo Directivo Nacional. Y a la Comisión Asesora de la Reestructuración creada por la Ley 119/94, SINDESENA sustentó la conversión del cargo de Jefe de Centro al grupo ocupacional “Ejecutivo”, también de carrera.

El antes y después del SENA en la Constitución de 1991

El gobierno alertó sus fusiles para defender sus dominios. Así que de estas serias propuestas del Comité Prodefensa y SINDESENA, la única que se recogió fue la designación de directores regionales con participación de los Consejos Regionales, a la que le otorgamos su importancia. Pero prontamente fue declarada inexequible al tenor del artículo 315 numeral 13 de la Constitución Política, que encomendó a los gobernadores la escogencia de los Directores regionales. Después, atendiendo a una “moda internacional” (ver Nico Hirtt), Álvaro Uribe desvencijó mediante un Decreto las estructuras regionales en una improvisada «descentralización» que lo hizo todo más complejo y aceitoso. Para cubrir las apariencias instauró un proceso de «selección» de directivos, con cartas marcadas.

Hoy la designación de Directores regionales obedece a una suma de politiquería, lobby en los Consejos Regionales, zalamerías personales y halagos de variado orden. Pero lo que es peor, cada vez responden más al juego mafioso de los clanes regionales, articulados a una Dirección General designada sin el menor criterio técnico. Hija de las coaliciones, fruto de la componenda, esta Dirección llega para distribuir al SENA en una lógica que lo coloniza todo, tiende a profundizar lo avasallado y sube “a otro nivel” la politiquería, hasta sumir a la entidad en la crisis que hoy padece.

Un sindicalismo misional

La historia no puede dejar de consignar esa enorme resistencia librada por SINDESENA desde aquellos días en que se inició la toma de la entidad por el clientelismo partidista y “gremial”, hasta el presente, cuando ha jugado papel protagónico en las denuncias y la movilización contra la corrupción que se ha tomado las Direcciones del SENA de manera casi generalizada.

Sería extenuante describir cada etapa. Menciono para concluir, solo tres momentos “recientes” relevantes: El primero, bajo el cuatrienio de Pastrana Arango, cuando SINDESENA adelantó una vigorosa “Asamblea permanente” que se convirtió en importante Paro Nacional “Contra el caos administrativo, el clientelismo, la politiquería y la corrupción” los días 14 y 15 de agosto de 2001. En un momento apremiante, la convocatoria a esa jornada es una pieza histórica digna de leer: hace un fiel retrato del SENA de esos días, presenta las luchas que SINDESENA adelantaba y ayuda a entender los actuales desenlaces (se adjunta).

El segundo período, durante el octenio de Uribe Vélez, cuando SINDESENA logró desnudar los malos manejos en muy diversos órdenes, en grandes debates legislativos, numerosos Foros y movilizaciones nacionales. Todo este período coincide, vale la pena recordarlo, con graves afectaciones a los recursos del SENA, y con una contraofensiva de SINDESENA que le significó una gran recuperación presupuestal a la entidad.

Y llegamos al momento actual, que tiene como principal antecedente las delicadas denuncias que SINDESENA hace contra la administración de Alfonso Prada, a cuya salida revienta en el conflicto que hoy se hace público con estremecedoras noticias diarias.

Pero también por estos días destaca la estatura de una organización sindical que no solo viene de batirse con denodado empeño por la defensa de las rentas de la entidad, después por la ampliación de su planta de personal y por la nivelación salarial de sus trabajadores, sino que hoy libra magistral batalla contra la corrupción, una lucha que bien podría estar destinada a producir enorme resonancia en el conjunto social colombiano. Mucho ha sufrido nuestro pueblo con esa venenosa maleza. Ya es hora de ponerle tatequieto. SINDESENA puede iniciar la agitación que rompa el tiesto.

Cali, 20 de noviembre de 2017

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